Por Claudina Marcano
El tiempo de vida útil de los aparatos que a diario
usamos obedece a una programación predeterminada por los fabricantes y a todos
nos consta su efectividad.
Esta forma de programación predeterminada es lo que
conocemos como “obsolescencia planificada” y obedece a razones económicas del
fabricante por cuanto su producción está sujeta a la frecuencia con que son
adquiridos por los usuarios o consumidores dada la necesidad de sustituir el
aparato inservible en que se ha convertido por estar condenados a una vida
efímera.
Sin embargo los efectos de la obsolescencia van mucho mas
allá por cuanto según los especialistas no se ha considerado las repercusiones
medioambientales en la producción, así como tampoco han llegado a considerar
las consecuencias que se generan con la acumulación de residuos y su
consecuente contaminación.
Según cálculos de
la European Environmental Bureau (EEB) la emisión anual de CO2 es algo mas de
48 millones de toneladas y aunque las cifras lucen increíbles lo cierto es que
corresponden a un aumento del consumo de energía y recursos para satisfacer la
creciente demanda de productos tecnológicos y para la eliminación de los anteriores
aparatos.
Señala un funcionario de
la EEB se demuestra que Europa no puede cumplir con las obligaciones
climáticas sin abordar los patrones y consumos
propuestos por la organización y señala además que el impacto climático
de nuestra cultura de teléfonos inteligentes desechables es muy alto.
Explica que las emisiones de los aparatos electrónicos
están vinculados no tanto a la energía que consumen durante su funcionamiento
como a la contaminación que se genera durante su fabricación. Lo que deja claro
es que cuando un teléfono celular sale de su caja ya viene con una carga de
emisiones producidas en su fabricación.
Ante ésta problemática aparecen organismos ambientalistas
que, de alguna manera, elevan su protesta al considerar que hay un desconocimiento por parte del
ciudadano común del daño que la obsolescencia planificada supone a nivel
ecológico y además los organismos gubernamentales competentes es muy poca la
información que ofrecen para dar a conocer el impacto que estas prácticas
producen sobre el medio ambiente.
Dentro de este tema también se ha pronunciado la
Asociación Española de Recuperadores de Economía Social y Solidaria (AERESS)
sobre el hecho de la no recuperación de los artefactos por cuanto consideran
que “la tiranía del diseño” de la mayoría de los productos provoca que las
reparaciones sean mas costosas de lo que antes eran y eso hace que al
consumidor le resulte mas atractivo y conveniente adquirir un nuevo aparato que
reparar el que ya le resulta inútil. Esto a su vez continua el ciclo
contaminante con la creación de basura electrónica.
Y es en este momento de confrontación, críticas y
denuncias cuando se hace presente la propuesta de “combatir la obsolescencia”
con la convicción de que si bien es difícil no por ello es imposible.
La “Alargascencia”
es el nombre de la nueva campaña propuesta por la organización ecologista
“Amigos de la tierra” para luchar contra la muerte programada de los productos
electrónicos y lo presentaremos en nuestra próxima publicación.